He buscado de forma incesante este artículo, lo lei por primera vez , en la revista nº38 Cuerpo Mente, cuando valia 500 pelas o cinco libras y me fascinó, me consoló y me hizo partirme de risa. Mi total adhesion a Fernando Pardo, autor del articulo y mi enhorabuena. Lo unico siento no poder ponerlo como articulo permanente.
LAS TRIBULACIONES
DE UN
CURSILLISTA DE LA NUEVA ERA
Para escribir este artículo he pasado por gran número de centros terapéuticos, me he puesto en manos de psicoterapeutas de todo pelaje y he asistido a fines de semana variopintos. En un principio mi mirada puede parecer despiadada, pero el lector atento descubrirá que más bien hay ironía y cierto cariño. A pesar de todo lo que he visto, creo que hay un espacio para gente que trabaja de buena fe tratando de ayudar al prójimo para que lleve una vida más plena y libre. El lector inteligente (a todo el que lee esta publicación la inteligencia se le supone) sabrá que existen personas que trabajan en estos terrenos muchas veces desde el anonimato, con seriedad y dedicación, pero me ha parecido que faltaba algún escrito que abordara con cierto espíritu critico el turbulento momento por el que pasa el sector que trata de sintonizar nuestros cuerpos y nuestras almas para ir con más donaire por la vida. Esta misma revista ha dado muestras del competente trabajo de algunos terapeutas y ha establecido guías fidedignas para navegar en estos procelosos mares. Por otro lado, contra lo que pueda parecer, tengo mucha fe en la sabiduría intrínseca de las personas y en su capacidad para elegir aquello que no es perjudicial.
En realidad todas las terapias que nos intentan vender son un reflejo de la sociedad y si muchas de ellas son caóticas, lo son en la misma medida en que lo es nuestra sociedad actual. Si algunas son capaces de convertir al hombre en un lobo para el hombre, no hacen más que seguir los dictados que se nos imponen desde las esferas político-sociales que propugnan la competitividad y el neodarwinismo social como panacea. Si muchas prometen quimeras, lo hacen para no quedarse a la zaga de la publicidad de otro tipo de industrias. Cuando todo el mundo trata de vender ilusiones, ¿porqué los terapeutas no tienen derecho a vender la ilusión de que no hay que comprarlas?
Las personas que acuden a grupos y terapias reciben en cierto modo lo que se merecen. Nuestra sociedad actual, que quiere aparecer tan avanzada y madura, se ha tornado narcisista e infantil. Las personas buscan satisfacciones inmediatas y ante elle el terapeuta que no quiera perder su clientela se ve obligado a convencerlas de que él puede proporcionarías, y de mayor calibre que sus colegas.
Generalizando, los productos que despliega el supermercado psicoterapéutico se pueden dividir en aquéllos que atañen al cuerpo y los que atañen a la mente, con distintas variedades que pretenden hacer me-lía en ambas esferas o las que niegan dicha dualidad. A continuación nos detendremos en algunas de ellas, aunque no es nuestro propósito hacer un exhaustivo inventario de todas.
Como veremos, en la mayoría de los casos en lugar de un trabajo serio y pausado, en el mundo de la psicoterapia parece rezar la máxima de «quién da más». Ello ha llevado a formas cada vez más circenses y a una especie de Music-Hall terapéutico. Se apuesta cada vez más por el parque de atracciones psicoffsico y existe una pugna por ver quién consigue que el alma monte en las montañas rusas más excitantes.
Los clientes
Examinaremos en primer lugar de dónde salen los clientes. En un mundo cada vez más complejo en el que las personas se ven acorraladas por la economía, asisten al desmoronamiento de la familia y se sienten cada vez menos aptas para navegar por este valle de lágrimas, se despliega lo que podríamos llamar la insoportable soledad del ser. En realidad la sensación no es nueva y a lo largo de la historia las personas han resuelto el tema de una forma muy barata y sana: teniendo amigos.
Esta es una de las claves de la proliferación de tantas terapias. Se trata de un fenómeno que se está extendiendo a muchas de las cosas que la gente solía resolver naturalmente: el nacimiento, el sexo, el consumo de sustancias y la muerte. Ahora no, actualmente todo eso está en manos de especialistas. Antes, por poner un ejemplo, la gente resolvía su sexualidad como podía, pero hoy en día ha surgido una figura que pretende poner orden en la danza de pechos, culos, penes y vaginas: el sexólogo. Algo similar ocurre con cosas tan antiguas como el dolor del alma, la soledad, el desamor...
Las terapias
En este entramado de grupos y terapias hay de todo. Las más sencillas están representadas por aquellas que han conseguido la proeza de vender agua junto al río. Suelen llegar de Norteamérica y son patrocinadas por lo que yo llamaría «marujas» de la psique, que nos explican que el amor lo cura todo, que la clave de la solución está en nuestras manos (y con ello se acercan a lo que yo denomino las Enseñanzas de Don Juan... Perogrullo) y que nosotros podemos sanar nuestras vidas; aunque si no vamos con tiento la cosa puede transformarse en: Usted puede arruinar su vida.
Estas terapias, si es que pueden llamarse así, no precisan de muchos elementos (en realidad un espacio cualquiera y, tal vez, unas pocas sillas) pues, en una suerte similar a la del cornudo que ha de pagar la cama, todo lo pone el cliente (incluido dinero, por supuesto).
Pasando a las terapias que presentan una complejidad aparentemente algo mayor, están aquellas que podrían remontar su linaje hasta FREUD, aunque bien es verdad que se trata de un FREUD de garrafa que nos confirma que todos los males de nuestra alma son fruto de unos padres monstruosos. Madres rácanas con su teta, padres indiferentes o, lo que es peor. cuyo deporte favorito era zurrarnos, progenitores que nos trajeron al mundo sólo para chinchamos y llenarnos
la cabeza de mensajes castradores.. Estas terapias tienen la solución: matar a los padres. Por supuesto, para no caer en garras del código penal eso se lleva a cabo de una forma simbólica. Antes de matarlos se les someterá a una dura ordalías (evidentemente también simbólica) que consiste en convertir a los padres en un cojín al que se le pega con saña a lo largo de horas. La descarga física suelo ir acompañada de insultos que sonrojarían al quinqui más curtido.
Tras ver cómo proliferan este tipo de terapias, uno se pregunta si tuvo alguna vez alguien unos padres decentes. Por supuesto acabada la sesión los padres son cadáveres que gozan de excelente salud.
Otra modalidad que se aproxima ésta, por el extremo opuesto, es la que denomino terapia del achuchón, ( todo el mundo es gueno, en la que los participantes se ven obligados abrazarse, acariciarse y revolcarse en un colchón, formándose lo que una amiga mía denomina el «puti club gestáltico». Un ejemplo de este tipo de encuentros lo constituyen los grupos de sexo tántrico, en los que se dan consignas a las parejas, reales o fortuitas, para que conviertan el sexo en algo excelso, transformando unas técnicas orientales muy complejas y que tienen un sentido muy concreto, en demasiada épica para un polvo.
Muchas de estas especialidades están en manos de auténticos bribones del alma, que para mayor inri a lo que en cristiano llamamos pagar ellos llaman inversión. Muchos han descubierto un nuevo negocio todavía mas rentable que las terapias: las formaciones. Con ellas se crea el fenómeno «de la vaca que ríe», una especie de juego de la pirámide del alma en el que en progresión infinita (como en el caso del logotipo de la vaca que ríe que lleva un pendiente en el que se ve una vaca que ríe, que a su vez lleva un pendiente en el que se ve una vaca que ríe, que lleva un pendiente...), una persona forma a otra, que a su vea forma a otra...
La peligrosidad radica en que pueden dinamitar los mecanismos de defensa sustituyéndolos por... ¡nada! Según estas terapias todos llevamos un gorila dentro, pero una vez fuera nadie sabe qué hacer con él. Una vez abierta la Caja de Pandora, del simio interior más vale correr. Esta proeza suele conseguirse sometiendo al cliente a sesiones de percusión, danzas frenéticas, así como alentándole a expresar su rabia y agresividad sin necesidad de conseguir un abono para el fútbol del domingo.
Como vemos, se ha pasado del diván freudiano a la danza y el besuqueo colectivo. Este tipo de actividades suele tener poco cuidado, por no decir ninguno, con los fenómenos de transferencia y contratransferencia, creándose un «follón» afectivo de mucho cuidado, ya que acaba dejando a la persona en peores condiciones que cuando empezó, y viéndose en la paradoja de tener que invertir de nuevo su peculio en otro terapeuta.
Para muchos se trata de una nueva forma de ligar y entre sus usuarios me he encontrado a verdaderos expertos que en lugar de frecuentar la ruta del bacalao recorren el circo terapéutico. ¿Has probado ya la biodanza? La terapia de abrazo mola cantidad. ¿Estuviste en lo del zen con patines? ¿Cuántas veces has renacido, tío?
Algunos se dedican a complicar las cosas: si no había bastante con esta vida se crea la terapia de vidas pasadas en las que curiosamente nadie se visualiza como un desgraciado campesino de la Edad Media, sino como Napoleón, María Antonieta o un faraón egipcio. Próximas a estas terapias están las que llamo Proyectando que esto es Hollywood, en las que la gente proyecta sus miserias y grandezas, y en la mayoría de los casos el terapeuta les confirma que sus grandezas son otra clase de miserias.
Otro apartado lo constituye el colonialismo espiritual, que consiste en copiar de forma caricaturesca serias y milenarias disciplinas de liberación orientales. Un primer atisbo se dio cuando el yoga se convirtió en jazz al pasar de ashra'ns a gimnasios de barrio. Si no se va con tiento el siguiente candidato será el tai chi convertido en la canción de verano de Georgie Dann. Aquí entrarían modalidades como «el tao del atontao», «ya ha llegado Buda al Corte Inglés» o las «Enseñanzas de Don Juan... Pero gru lío». Si bien existe gente que, con cierta sensatez, se ha tomado la molestia de trabajar humilde y honestamente un largo tiempo con maestros orientales y auténticos chamanes (si es que queda alguno), la mayoría se dedican a aplicar recetas aprendidas en los libros del fontanero Lobsang Rampa. En estas modalidades se promete el Absoluto y suerte tiene el usuario si no sale con la mente descarriada y la cartera vacía, mientras el guru o chamán de turno, con una ambición que va más allá del Absoluto, se construye un chalet y se agencia para sus desplazamientos alguna maravilla de la técnica alemana.
Otras terapias se presentan como lo último de la modernidad, como la neurolingüistica, que en su esencia no es más que el viejo conductismo vestido por Agatha Ruiz de la Prada; o en el caso de la canalización, que no es más que el antiguo y entrañable espiritismo con aderezos del mundo de ciberia o la realidad virtual.
Otras fórmulas hacen arqueología emocional con el cuerpo, rastreando la represión en cada recodo de nuestra anatomía, tratando de sacarla a flote a base de manipulaciones por regla general dolorosas y que no tienen nada que envidiar a las cuevas del sadomasoquismo. No olvidemos tampoco una nueva modalidad: la fístroterapia, que consiste en hacer reír al cliente a carcajadas para que se libere de las nubes depresivas que cubren su mente, para eso el terapeuta, convertido en showman, utiliza toda suerte de habilidades que convierten a un tipo avinagrado en «Chiquito de la Calzada».
En la lucha por mantener un espacio en el mercado, los terapeutas empiezan a registrar sus fórmulas. Así vemos cosas tan curiosas como un tipo de respiración registrado o terapeutas que intentan patentar patrimonios del ser humano como son el reír, bailar y meterse mano.
Actualmente se promocionan nuevas modalidades, como los grupos para hombres, en los que puede verse llorar como magdalenas, hombro contra hombro, a toscos camioneros y pulcros empleados de banca. Su contrapartida son los grupos de mujeres, en los que amas de casa ludópatas maldicen sus penas junto a veteranas hippies que ahora se dedican a vender La Farola.
En un limbo intermedio están aquellos grupos en los que se alienta a los hombres a que liberen su parte femenina sin recibir el apelativo de «moñas» y a las mujeres a que den cuartel a su parte masculina sin ser tildadas de «marimachos».
Otro tipo de terapia anima a perder el miedo al dinero, la mayoría de las veces haciendo que éste pase a manos del terapeuta, que no sólo no le teme sino que no le hace ningún asco.
Una modalidad más delicada es la de la neopsiquedelia que tiene varias vertientes. Sesiones en las que se utilizan diversos tipos de sustancias destinadas a la búsqueda interior, para lo queda más remedio que acudir a camellos del barrio chino totalmente alborozados con su nueva clientela. Existen grupos estructurados en forma de religión cuyo sacramento es un alucinógeno y en los que en un ambiente de cumbay, á cósmico, con cantos y rasgueos de guitarra dignos de un José Luis Perales psicodélico, se sueltan vivas a la virgen y a un elenco de «Padrinos» dignos de la saga de Francis Ford Coppola.
Junto a este grupo están los que por no pasar una temporada en la Modelo y tener que dedicarse a la terapia ataviados con un chándal taleguero, utilizan, con los mismos propósitos, la respiración acelerada, la depravación sensorial o el renacimiento en balnearios cuyos clientes habituales observan perplejos la nueva fauna que copa sus piscinas respirando por un tubo.
Con este tipo de «trabajos» hay gente que levanta verdaderas fortunas en un fin de semana. Como me decía una persona que ha reciclado una casa de colonias trocando a pendencieros chiquillos por adultos que cultivan el niño interior: «Una vez vino un tipo que reunió aquí a un centenar de personas y se pusieron a 'trabajar'. Yo estaba en la cocina y salí disparado cuando pensé que había empezado la matanza del cerdo y comprobé que había cien tíos bramando a la vez en la sala Al día siguiente el personaje que había organizado el evento llevaba en su maletín más de un 'kilo' sin recibos, IVA, ni mandangas».
En otros casos se ha pasado de la frialdad del psicoanálisis a una familiaridad tal con el cliente que, al no tener en cuenta efectos como la transferencia, la cosa acaba en líos entre terapeutas y usuarios. No afirmo que la mayoría de profesionales sean tan pedestres, pero es un caso que cada vez se da con más frecuencia.
Otro daño que suele producir este tipo de terapias es el de conformar una especie de «guetto» mágico que al usuario le cuesta abandonar. Por unos días se ha visto mimado y aceptado por todos los participantes; a la larga se le crea la misma necesidad, y al mismo precio, que al maromo que basa su afectividad en pagar copas a una chica en una barra de alterne.
Los profesionales
A este estado de cosas debe añadirse la persecución que están sufriendo los terapeutas sin titulación oficial por parte de psicólogos y psiquiatras, que más que una preocupación por la salud mental de la población parecen atender a una lucha por el monopolio del mercado. Es posible que con el tiempo se cree un clima similar al que hay entre la industria farmacéutica y el narcotráfico.
En verdad la psicología oficial y la psiquiatría no tienen, según mi opinión, razón alguna, aparte de la de querer proteger su pastel psíquico, para perseguir a este tipo de terapias, pues si tienen éxito y la gente acude a ellas por algo será. Se trata de un fenómeno similar al de las largas colas ante los domicilios de los curanderos que han sustituido a las de los ambulatorios de la Seguridad Social. La psicología oficial en muchos casos no sólo no resuelve los problemas de las personas que acuden a ella, sino que las somete a vetustas terapias interminables o a otras dignas del gabinete del doctor Caligan. Por otro lado ha tenido la tendencia, propia de los monopolios, de no tratar al cliente como tal (y peor es el caso de los hospitales psiquiátricos, únicos lugares del mundo en que el cliente nunca tiene la razón). De entrada lo llaman paciente, algo que las nuevas terapias con buen ojo comercial han dejado de hacer, tratándole como cliente. Por otro lado, además de recibir el insultante apelativo de paciente, la persona que acude a dicho psicólogos en busca de apoyo es etiquetada con nomenclaturas extraídas de esa novela barata de terror conocida como DSM (mamotreto cuyas siglas suelen estar seguidas de números como la saga de películas de Loca Academia (de Policía, que creo ahora van por DSM IV). Muchas personas así tratadas - con poco éxito, por cierto- se sienten mejor acogidas por las nuevas terapias que, aunque tampoco solucionan sus problemas, como me decía un usuario: «Que me quiten lo bailao».
Otros psicólogos, provistos de titulo universitario, se han dedicado a la selección de personal para empresas que desean corderos sumisos: a trabajar para diversas instituciones públicas como prisiones... o al lucrativo negocio del tratamiento de toxicómanos, con lo que algunas asociaciones de psicólogos dedicadas a ello están acumulando propiedades dignas del Cartel de Medellin Si nos referimos a la psiquiatría, actualmente subida al carro de la psiquiatría biológica (del que pronto tendrán que saltar en marcha), algunas personas empiezan a considerar que para arreglar los problemas de sus «seres queridos» lo más adecuado no es alejarlos de su vista o hacerlos bajar de las nubes del delirio con camisas de fuerza químicas. En muchos países, como Inglaterra, se viene cuestionando desde hace tiempo el uso de los neurolépticos y otro tipo de fármacos, pese a la histeria de las multinacionales farmacéuticas, que pronto tendrán que sintetizar una nueva sustancia para aplacar su propia ira.
En el fondo, cuando los psiquiatras empezaban a soñar en que dejarían de recibir las habituales chanzas de sus colegas médicos de otras disciplinas (que se dedicaban a «ciencia verdadera») por estar creando ellos mismos una disciplina científica en la que la psique comenzaba a ser entendida como un mero producto del cerebro - y sus desvaríos pronto serían domados por la neuroquimica -, de repente se encuentran en un callejón sin salida. Una vez habían constituido su base teórica en la solidez de las ciencias físicas, descubren que esta casa, que parecía tan sólida, es más endeble que la que levantó el primer marrano del cuento de Los Tres Cerditos. Cuando se habían asentado en las ciencias duras, ven cómo éstas se vuelven más blandas que los relojes de Dalí, Y que algunos físicos hablan de la conciencia con arrobo parecido a los místicos hindúes, mientras que otros departen de tú a tú con chamanes que vuelan a otras dimensiones sin pasar por la farmacia.
Ante este panorama, a todo el que se vea en la necesidad, de acudir en busca de ayuda para las penas del alma le deseo suerte o, mejor aún, que encuentre un amor verdadero y digno.
FERNANDO PARDO
Articulo aparecido en la revista Cuerpo Mente
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5 comentarios:
¡Que interesante!yo he seguido la de la danza del vientre, y no me ha funcionado¿Soy normal?
¿Y eso que es un laxante nuevo?
Bueno, es que yo de danzas no se ni jota...
Un articulo inpresionante , coincido en que la mayoria de todo lo que hace nuestra sociedad hoy dia es' totalmente innecesario.''y pensar que se dejan la piel en ello''
Nos alegramos que te haya gustado, cuando lo conocimos simplemente coincidimos al cien por cien.. Esperamos que nos sigas visitando y colaborando. Gracias.
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